Receta completa
Cada vez somos más conscientes de la necesidad de cuidar nuestra alimentación y es que es algo muy importante. Debemos consumir más verduras y alimentos que no contentan grasas saturadas, pero sí todos los nutrientes necesarios para estar sanos y fuertes. Podemos preparar recetas fáciles y sencillas, pero que además estén riquísimas.
Proponemos una bruschetta de tomate, mozzarella y pechuga de pollo. Los tomates son muy consumidos en nuestro país y podemos encontrar muchas variedades y sabores. Aportan vitaminas y minerales, ayudan a proteger la vista y mejoran nuestra circulación sanguínea. A fin de cuentas, nuestra salud es lo más preciado que tenemos.
La mozzarella por su parte aportará un sabor suave pero que creará una mezcla deliciosa. Este queso de origen italiano se puede encontrar en cualquier supermercado y con un precio muy económico. Suele utilizarse fresco en ensaladas o pizzas.
La pechuga de pollo nos aportará en nuestra brocheta el toque caliente y jugoso. La carne de pollo es una de las carnes más económicas en el mercado, por lo que esta bruschetta es muy barata cuando tenemos que cocinar para muchas personas con un presupuesto ajustado.
ELABORACIÓN:
Vamos a comenzar preparando la mozzarella para nuestra bruschetta, corta el queso en tacos pequeños, del tamaño de los tomates cherry. Resérvalos. Trocea la pechuga en trozos pequeños y ponla a dorar con un chorreón de aceite en una sartén. Añade pimienta y sal a tu gusto.
Antes de empezar a montar las bruschettas, lava bien los tomates cherry y las hojas frescas de albahaca. Alterna un tomate cherry, una hora de albahaca, una bolita o trozo de mozzarella, un taco de pechuga de pollo, una hoja de albahaca y otro tomate cherry.
Una vez las tengas todas montadas, añade un chorreón de aceite de oliva por encima. Has podido ver que preparar esta bruschetta de tomate, mozzarella y pechuga es muy fácil y los ingredientes son muy sanos, puede ser una posibilidad para cenar cualquier día de la semana. Es una manera de comer alimentos ligeros y no ingerir demasiadas calorías antes de dormir, que pueden hacer que engordemos sin necesidad.