Flor
Cuando se habla de una flor, la mayor parte de la gente puede pensar en la estructura reproductiva de las plantas. Su función es producir semillas, necesarias para que las plantas puedan perpetuarse. Sin embargo, también es un ingrediente importante para la gastronomía, aunque no está demasiado introducida y en ocasiones suele ejercer como elemento decorativo en los platos. También se encuentran las flores comestibles, poco habituales en la dieta de la ciudadanía en su día a día, pero no tan raro para los chefs, que apuestan por ellas para darle colorido a los platos y mejorar por tanto el emplatado, y de paso aportar a la comida un sabor más exótico, un toque diferente y vitaminas A y B. De todos modos, no es algo nuevo, ya que hasta los romanos comían determinadas flores, en particular las violetas. Una precaución a la hora de añadirlas a los platos es deshacerse de los tallos, los pistilos, los estambres y la base blanca de los pétalos, que solo sirven para echar a perder un plato por su sabor amargo.
Existen varias flores perfectamente comestibles, perfectas para adquirir más nutrientes y alegrar los platos. Algunas de las flores que pueden comerse son la margarita, la malva, la lila, el diente de león, el eneldo, el geranio, el hibiscus, el hinojo, el pensamiento, la rosa o la yuca.
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